Una breve introducción al mundo dental



¡10 de noviembre del 2011! Um dos melhores dias da minha vida! =) C= Um verdadeiro trabalho em equipe, com a ajuda de nosso Pai amado!!!! Diferentes culturas: Perú, Estados Unidos, Holanda, Brasil; no entanto, a nossa essência é a mesma: o amor de Jesucristo. ♥♥♥ Igreja Oak Hills em San Antonio, Texas e Igreja Refúgio da Graça em Natal. "Un solo cuerpo, un solo sentir, un mismo espíritu." C;

n.n

Usar guantes blancos, limpiar los instrumentos que utilizan los odontólogos, coger un vaso para que un niño pueda escupir, llenar de ternunar y tranquilidad a un pequeño de 6 años que le tiene miedo a los dentistas...

Durante un día, tuve la oportunidad de hacer estas y otras actividades en la comunidad San José (a las afueras de Natal). Tal actividad envolvió a diferentes culturas: Perú, Estados Unidos, Holanda, Brasil. Y sin importar el idioma, unimos fuerzas para llevar asistencia dental a los niños que participan del proyecto Peniel (un proyecto de extensión de la Iglesia Refugio de Gracia).

Aún ahora, cuando recuerdo aquel día, sonrío. Y es que en cada minúscula actividad (limpiar, coger un vaso, barrer, etc.) que tenía a cargo, era la persona más feliz del universo. Jamás me cansaré de dar las gracias a Dios por todo ello.


"Pendiente emocional" (Segunda parte)


Tenía que decidir entre dos opciones. La primera era seguir melancólica y dejar que la depresión me mate lentamente (es decir, no disfrutar al 100% mi viaje). La segunda era olvidar lo que sentía por Diego. Eso implicaba dejar de pensar en él, revisar su muro y ver los comentarios que le colocaba su enamorada, no mandar más correos acosadores. Como una vez leí, “Es mejor retirarse y dejar un bonito recuerdo, que insistir y convertirse en una verdadera molestia, no se pierde lo que no tuviste, no se mantiene lo que no es tuyo y no puedes aferrarte a algo que no se quiere quedar. Si eres valiente para decir "adiós" la vida te compensará con un nuevo hola (http://www.leerfrases.com/comment/44740/). Opté por la segunda opción. Al fin y al cabo, soy un cronopio y como ellos, voy a cantar con entusiasmo. Levanto mis brazos y digo que ¡hay mucho amor para recomenzar!

A los pocos días, noté que los cambios se estaban logrando: era capaz de emocionarme al ver maravillas brasileras masculinas. A disfrutar del viaje.



“Pendiente emocional” (Primera parte)



“Coração, para que se apaixonou por alguém que nunca te amou, alguém que nunca vai te amar. Eu vou fazer promessa para nunca mais amar alguém que só quis me ver sofrer, alguém que só quis me ver chorar. O coração fica doente, sem jeito até pra conversar. Dói demais só quem ama sabe e sente o que se passa em nossa mente na hora de deixar prá traz. Mas o amor, às vezes só confunde a gente. Não sei se com você é diferente. O amor, mas às vezes só confunde a gente. Não sei se com você pode ser diferente.”


http://www.youtube.com/watch?v=Eq6W2gotIEc&feature=related


Durante un tiempo, me volví adicta a esta canción. ¿La razón? Me identificaba con la compositora. Y es que antes de viajar a Perú, había dejado algunos “pendientes emocionales”. En realidad, se trataba de un menino en el que no paraba de pensar todos los días. ¿Su nombre? Diego. Él sabía que me gustaba; yo, que le gustaba. Era cuestión de tiempo para iniciar una relación. Sin embargo, el surgimiento de mi viaje a Brasil hizo que ambos nos distanciemos. Ambos teníamos miedo que el tiempo y la distancia carcoman lo que estábamos iniciando. Como dice la canción: “Amor de lejos, felices los cuatro”.
Entonces, un día, sucedió lo que tarde o temprano ocurriría: él empezó a salir con otra chica y, dos semanas después, empezaron a ser enamorad@s.
Definitivamente, me dolió. Y es que no solo me enteré de la noticia, sino que gracias al Facebook, podía ver los mensajes cariñosos y regalos que ambos se mandaban. ¿Tan rápido se puede olvidar a una persona? Tenía muchas ganas de conversar sobre esto con alguien. ¿Mi hermana postiza? “¡Ni pensarlo! Si le cuento, en menos de 24 horas, media universidad se entera de mis problemas emocionales.”
Por obvias razones, perdí el apetito por dos semanas: mi corazón se había achicopalado. Y aunque había mucha maravilla brasilera para olvidar al susodicho, no era capaz de apreciar tanta belleza masculina. Estaba en serios problemas.
Continuará…

...Y me quedé encerrada



Hace un tiempo, mi mami comentó que mi sangre era dulce, muy dulce. En una segunda oportunidad, una amiga dijo que los insectos gustan picotearme porque mi sangre les agrada: es dulce. Mi subconsciente tomo ello como verdad absoluta. Así que para mantenerla con ese sabor, probaba cuanto dulce encontraba. Como nunca tuve ningún problema de indigestión, daba rienda suelta a mis instintos dulceros. Sin embargo, la madrugada del lunes 17 de octubre, un fuerte dolor de barriga y náuseas vinieron a cobrarme factura. ¿La gota que derramó el vaso? Un exceso de chocotejas, galletas de vainilla y muchas tasas de leche. Por razones obvias, no pude conciliar el sueño hasta las 6 de la mañana: estaba entre el baño y mi cama. Horas después, logré dormir. Al poco tiempo (para mí, fue muy poco), mis ojos se abrieron de par en par y grité: ¡tengo clases a las 10 y 45 de la mañana!
El problema no era tanto que me había despertado tarde, sino que a esa hora no había nadie en el departamento. ¿En dificultades? Sí: estaba encerrada: un día antes, olvidé avisar que tendría clases en la mañana. Por ende, nadie me dejó la llave del departamento.
Por eso, al abrir mis ojos, lo primero que hice fue ir para la sala. Estaba vacía. ¿La cocina? Igual. Los cuartos estaban silenciosamente cerrados. Mi cerebro no era capaz de acreditar lo que estaba ocurriendo (era imposible que una menina de 20 años se quedé encerrada porque no tiene la llave del departamento donde mora). Rápidamente, me dirigí para la puerta principal. ¿El fin? Forcejear con ella. Mi inútil brega duró alrededor de quince minutos. Y es que, por alguna extraña razón, creía que si movía más la manija, ella se abriría mágicamente. Lamentablemente, no sucedió nada extraordinario: la manija permaneció en su lugar y no daba indicios de conmoverse.
Al comprobar que no estaba logrando óptimos resultados, decidí cambiar de táctica. En las películas, había visto cómo los personajes eran capaces de abrir cerraduras con un alambre muy delgado. Era hora de aplicar lo visto. Al fin y al cabo, nada perdía intentándolo. Cogí el primer clip que hallé; lo desarmé. Diez minutos estuve moviendo el clip de un lado a otro, para arriba y para abajo, para adentro y para afuera. Nada. La manija seguía, perfectamente, cerrada.
Invariablemente, la falta de práctica en este tema era una gran desventaja: no poseía método. Para solucionar aquel inconveniente, me valí de las nuevas tecnologías de la comunicación. Específicamente, de Internet. Coloqué en el buscador “Cómo abrir cerraduras”. Apareció una larga lista de páginas. Una a una las fui revisando. Finalmente, me quedé con dos: una brindaba un manual con diferentes formas para abrir cerraduras (empleaba desde un alambre delgado hasta un martillo). La otra era tipo un tutorial para hacerlo correctamente. Escogí un par de tales métodos. Al cabo de varios minutos, ninguno ofreció resultados prometedores. La manija seguía cerrada. Faltaban 30 minutos para que se inicie mi clase. Era hora de desistir y hacer algo útil: desayunar. Así, mientras abría la refrigeradora y veía lo que podía comer, le comentaba a Dios lo piña que estaba (primero, las náuseas y, luego, el quedarme encerrada). Al cerrar la puerta de la refrigeradora, una esperanza iluminó mi rostro. “La puerta prohibida” Efectivamente, en la cocina se ubicaba una puerta que jamás se usaba. Ella estaba cubierta por algunas cajas y otros utensilios. En realidad, era la primera vez que la miraba. Nunca antes me había percatado de su existencia.
Así, de la manera más impresionante, fui quitando las cajas y todo lo que la cubría. Una llave se encontraba sobre la manija. “¡Genial! Podré salir y entrar por el mismo lugar sin despertar la mayor sospecha”, pensé. Después de abrir los trinquetes que la protegían, vi la luz. Sentí una felicidad increíble. Jamás me sentí tan libre y tan feliz como en ese momento. Entonces, cerré la puerta y corrí para la ducha. Apresuradamente, me alisté y salí corriendo para la universidad. Sin embargo, justo en el momento en el que estaba cerrando la puerta, comprendí porqué ella era prohibida: solo se podía cerrar por adentro. “Chispas elevadas al infinito. No puedo dejar la puerta entreabierta. Puede venir alguien, entrar y…”. Traté de cerrarla lo más que pude. Luego, coloqué la reja y la cerré muy pero muy fuerte. Aparentemente, estaba súper cerrada. Me dije a mi misma que volvería lo antes posible de tal modo que nadie se entere de lo que hice y evito que algún extraño entre al departamento.
Mi plan no se concretizó: tuve que permanecer en la universidad hasta las 10 y 45 de la noche. ¿La razón? Cuestiones académicas (trabajos y más trabajos). Así, en el camino de regreso, iba preparándome para recibir una buena amonestación. Paralelamente, rogaba para que ningún “amigo de lo ajeno” haya entrado. Al llegar al departamento, solo estaba Vilma, la mamá de Vanessa y Ricardo. Después de saludarla, me confesé. Ella me miró y me dijo: “Ok, no te preocupes. Lograste ir a la universidad. Eso está bien. ” ¡Wow! Nunca esperé esa clase de respuesta. Por ello, para no atraer otro tipo de respuestas, fui para la cocina, coloqué la llave en su lugar y cerré la puerta con todos los trinquetes que tenía. Tomé un vaso de agua, le di las buenas noches a Vilma y me fui a dormir. No planeaba volver a sufrir con mis náuseas y dolores estomacales, así que evité cualquier cosa dulce que localicé en la cocina.

Vanessa, Ricardo, Juvina y Nina...


Mientras estaba en el autobús, me puse a pensar en Ricardo, Vanessa, Juvina y Nina. A medida que los iba evocando, sonrisas se dibujaban sobre mi rostro. Realmente, me he encariñado con ellos. Y aunque al inicio, tuvimos un fuerte cruce cultural, ahora me siento parte de su familia: he aprendido a quererlos. Por eso, para impedir que las polillas del olvido los carcoman, trataré de definirlos con palabras.

Ricardo: Un metalero vestido con bata blanca. ¿Edad? 25 años. Académicamente, es el estudiante de Farmacia aplicado. Culturalmente, es un fanático del rock metalero. Canta en una banda y, también, en la casa (especialmente, cuando cree que no hay nadie en casa o cuando está en la ducha). Familiarmente, es…. es un buen amigo. Traducción: colabora muy poco en las labores del hogar y, a veces, es un poco desordenado.

Vanessa: Estudia Gastronomía. Aunque, a menudo, no cocina en casa, cuando cocina prepara cosas muy ricas. Tiene una buena mano, especialmente, en los postres (pastel de chocolate). Como toda Nataliense, es muy sociable. Ama conversar con la gente (conocida y desconocida). Siempre tiene una sonrisa en el rostro (aunque cuando se molesta, se MOLESTA). Le encanta salir con sus amigas. Normalmente, cada fin de semana, trae una amiga al departamento y ambas se quedan bebiendo y conversando. A veces, Ricardo las acompaña junto con una guitarra y su voz.

Juvina: Una mujer muy jovial y “CARPE DIEM”. Es el tipo de madre moderna que siempre quise conocer a profundidad. Sus hijos la quieren mucho, mucho, mucho. Yo, también. De lunes a domingo, sale a trabajar. Es profesora universitaria. Al igual que Ricardo y Vanessa, adora salir a beber con sus amig@s.

Nina: El cachorro del hogar. Es hembra. Le gusta de jugar con todo y con todos.¿ Su juguete favorito? Las sandalias. ¿Su lugar favorito? Por alguna extraña razón, ella adora entrar (de forma clandestina) al cuarto de Ricardo. Él siempre la termina botando, pero ella insiste y regresa (cuando no hay nadie en casa, “hace de las suyas” y termina destrozando alguna nueva sandalia o zapatilla de Ricardo). Al inicio, Nina y yo no nos llevábamos bien (no me gustan los perros), pero con el pasar de tiempo, aprendimos a querernos. Lo que más quiere de mí son mis sandalias. Cada día, deja una marca (mordida) sobre ellas.

El interrogatorio de siempre...


Minutos después de entablar una conversación con algún nuevo conocido, hay tres cuestiones, que, casi siempre, me terminan preguntando:

  1. ¿Tomas? No.
  2. ¿Por qué decidiste venir para Natal? Por un intercambio académico. Siempre quise conocer Brasil. Para elegir la ciudad, busqué en Google y me enteré de que Natal es la segunda ciudad más segura de Brasil y tiene las playas más hermosas del mundo.
  3. ¿Dejaste algún enamorado en Perú? No, todos los pendientes fueron cerrados.

Durante un tiempo, tuve las ganas de decir que sí tenía "un amigo especial". ¿Por qué? Porque cada vez que decía "NO", venían unas subpreguntas no muy agradables:

  • ¿Alguna vez tuviste algún enamorado? No
  • ¿Ni un "choque y fuga"? No
  • ¿Has besado a alguien? U.U.... (Igual que las anteriores)
  • ¿Eres lesbiana? ¡NO!

Después del interrogatorio, un gesto de preocupación o de ternura (dependiendo) se dibujaba sobre el rostro de mi interlocutor. Al final, casi tod@s coincidían en algo: "Tu primer beso será con un brasilero. Habrán muchos choques y fuga." "No te preocupes. Hay tiempo. No tengo prisa. =p"